Un día a la vez
Hay
dos días en cada semana en los que no nos
debemos preocupar. Dos días que se deben guardar libres de miedo y ansiedad. Uno
de esos días es ayer. Ayer, con sus equivocaciones y pesares, sus faltas y
confusiones, sus dolores y tristezas. Ayer ha pasado para siempre, fuera de
nuestro control; y todo el dinero del mundo no podría cambiar ni una cosa que
hayamos hecho, ni podemos borrar una palabra. Ayer ya pasó.
El
otro día sobre el que no debemos de preocuparnos es mañana. Mañana, con sus posibles adversarios, sus problemas, sus
promesas grandes y sus pequeños logros. Mañana volverá a salir el sol, ya sea
en esplendor o detrás de una máscara de nubes, pero subirá. Hasta que llegue no
tenemos parte en mañana, pues aún no ha nacido.
Y
sólo queda un día: HOY
Cualquier hombre
puede pelear la batalla de un solo día. Cuando nos cargamos
con esas horripilantes eternidades, el Ayer y el Mañana, nos derrumbamos. No es
la experiencia de hoy lo que lastima a los hombres, sino la amarga culpa, algo
que sucedió ayer, y el miedo de lo que traerá el mañana. Vivamos pues, tan sólo
un día a la vez, y dejemos confiadamente a Dios todo lo demás.
ANONIMO
Así
que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su
afán. Basta a cada día su propio mal" (Mateo 6:34).
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